En medio del huracán sin candidato blanco
Lo que en estos días está viviendo Guatemala tiene el potencial de ser un catalizador transformador.
Manfredo Marroquín
Los días de la única y más importante primavera democrática que Guatemala ha vivido en su historia, están plasmados en el escrito autobiográfico del presidente Juan José Arévalo, El candidato blanco y el huracán, donde narra con gran lucidez los movimientos sociales encabezados por estudiantes y trabajadores que dieron lugar al periodo de mayores reformas transformadoras que jamás había experimentado el país.
El estallido social de ese entonces (1944-45) logró dar por terminado un largo periodo dictatorial personificado en esos últimos años por Jorge Ubico, dando paso “al candidato blanco” que vino desde la Argentina, donde se encontraba por asuntos académicos, convocado por los líderes sociales del momento para ser el candidato y luego presidente por un periodo de seis años, con el respaldo del 85 por ciento de los votos.
Desde entonces, Guatemala no había vivido masivas manifestaciones cívicas pues el derrocamiento del segundo gobierno encabezado por el presidente Árbenz, significó el fin de esa corta primavera democrática y el inicio de un largo periodo de enfrentamiento político ideológico que nos sumió en una vorágine de violencia e intolerancia.
Al parecer las oportunidades de cambio llegan muy pocas veces en la vida de los países y lo que en estos días está viviendo Guatemala tiene el potencial de ser un catalizador transformador pues al igual que en aquel periodo iniciado en 1944 que celebramos cada 20 de octubre, existe un despertar ciudadano hastiado de un sistema de gobierno que aunque electo y con alternancia cada cuatro años, es reproductor de vicios como la corrupción, pobreza y desigualdad.
En aquel entonces en apenas un periodo de gobierno Guatemala entró a la modernidad con la aprobación del Código de Trabajo, la creación del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS), la Ley de Emisión del Pensamiento, la construcción de la Biblioteca Nacional, entre muchas otras obras.
A esta incipiente primavera democrática que estamos viviendo todavía le falta el florecimiento de fuerzas políticas que se nutran del respaldo ciudadano y logren juntos jubilar a la clase política dominante, abocada a los negocios, el clientelismo y la corrupción en prácticamente todas sus modalidades. También le hace falta la aparición de “candidatos blancos” que puedan interpretar y recoger la demanda ciudadana y representarla fielmente en el sistema político partidista.
Ya la historia nos enseña que con un periodo de gobierno decente y comprometido como aquel de 1945, se pueden lograr transformaciones estructurales en un corto lapso de tiempo. Mientras se termina de desmoronar cual espumilla presionada por el puño ciudadano, el sistema perverso y mafioso que aún nos gobierna, todos los sectores: estudiantes, trabajadores, profesionales, indígenas, etcétera debemos mantenernos activos levantando nuestra voz y organizarnos aportando propuestas que contribuyan a moldear un nuevo esquema de gobierno que retome los postulados constitucionales de que el Estado se organiza para el bien común y no para el saqueo de las arcas nacionales en beneficio de unas elites corruptas y mafiosas.