El futuro de los partidos políticos
IPN-USAC
Instituto de Problemas Nacionales / Universidad de San Carlos /
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El modelo de partidos “franquicia”1 entró en crisis en estas elecciones. Se trata, por un lado, de una crisis de legitimidad que se expresó sobre todo en los centros urbanos como inclinación del voto hacia los partidos pequeños, a expensas de las eficaces estructuras de amplia implantación territorial, logradas justamente mediante “contratos” de franquicia. Por otro lado, es una crisis de dislocación de las estructuras franquicia manifestada a través del voto cruzado.
La crisis de legitimidad provocó el súbito ascenso de Jimmy Morales y la derrota de Manuel Baldizón, a quien todas las encuestas, hasta el último momento, daban como seguro finalista para el balotaje del 25 de octubre.2 Los términos de votación se invirtieron en los centros urbanos: los candidatos presidenciales de partidos pequeños (escasa organización y pobre publicidad) recibieron alta votación, y aquellos postulados por partidos franquicia (amplio despliegue mediático) quedaron disminuidos.
La dislocación de la franquicia abrió el paso a situaciones paradójicas, como que el oficialista PP ganase casi un diputado por distrito, mientras su candidato a la Presidencia no alcanzó ni el cinco por ciento de la votación. Si los partidos franquicia no se dislocan desde la base municipal, Baldizón habría alcanzado cerca del 40 por ciento de los votos, y el PP habría escalado al segundo lugar con casi el 25 por ciento. En los distritos departamentales hubo otra dislocación, pues la integración de bancadas no se refleja en la geografía de corporaciones municipales por partido ni en los votos a la Presidencia.
La nueva arquitectura del poder político ofrece una imagen plural y poco armónica, si se dibuja con colores partidarios. Pero si el trazo es por lógicas de partidos de franquicia, el producto es frágil para la gobernabilidad democrática. Los partidos franquicia traen una inercia de gestión clientelar. Esa inercia, sin embargo, en un contexto de dislocación y descabezamiento de “casas matrices”, estimulará la fragmentación de “franquicias”.
Las movilizaciones sociales de 2015 dejaron encendido el reclamo popular por la mala gestión de los presupuestos públicos, y por eso es previsible que desde muy temprano en las nuevas administraciones de gobierno (central, municipal y en los consejos de desarrollo) se registrarán conflictos por doquier, en un periodo signado por severas restricciones del gasto público, precios a la baja en las exportaciones y el péndulo monetario en los países vecinos.
La crisis de los partidos franquicia es también crisis de dirección, la cual complica su viabilidad. Por ejemplo, el PP perdió a sus dirigentes de la siguiente década (Roxana Baldetti y Alejandro Sinibaldi), mientras que en el partido Lider (sin duda la expresión más nítida del partido franquicia) ha renunciado Baldizón, el creador de la marca. En un mercado típico, PP y Lider serían franquicias devaluadas en venta o por declarar su cierre, en tanto reducen sus agencias.
Guatemala empezó el actual periodo democrático con el ocaso de los partidos programáticos (MLN, PR, DC) y el ascenso de los partidos “maquinaria” (UCN de Jorge Carpio) y sucesores que adoptaron la mercadotecnia como herramienta estratégica de campaña (PAN de Álvaro Arzú y FRG de Ríos Montt). A principios del nuevo siglo, con el gobierno de coalición Gana (2004-8) tomaron auge los partidos franquicia, facilitados por la descentralización del presupuesto público y amplios bolsones de partidas discrecionales, cuyo arquitecto fue justamente Baldizón desde 2007, como presidente de la Comisión de Finanzas del Congreso. La Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP), reformada en 2004 y 2006, institucionalizó ese modelo de partido.
Aún no está claro cuál será el cuarto modelo de partido político. Las reformas a la LEPP que está aprobando ahora mismo el Congreso dibujan un modelo híbrido con apertura a participación social, queriendo cerrar la brecha del dinero como factor único de competencia, aunque resistente a la democratización interna y la supervisión externa. La transición hacia el nuevo modelo de sistema político se asocia necesariamente a la reforma del Estado, en particular de los bolsones discrecionales de la Ley de Presupuesto; la transparencia y supervisión de las contrataciones; la profesionalización del servicio público, y una real autonomía en la integración de los poderes contralores, en particular del Sistema de Justicia.
1. Se definen como aquellos “enfocados en lo electoral, con un alto nivel de centralización, en los que el comité nacional cede la marca del partido a un líder local, quien se hace cargo de la organización municipal del partido, y a cambio, recibe una candidatura” (Lemus, 2013: 25).
2. Un fenómeno del levantamiento de datos de las encuestas a partir de junio, fue que el número de personas entrevistadas que rechazaban responder cuestionarios sobre intención de voto creció de 1 a 4, sesgando los diseños muestrales, sin que se reflejase en los resultados. Así, inintencionadamente, colocaban a Baldizón cinco puntos por arriba de su voto real, como lo demostró el escrutinio.