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Respuesta: Producción de café es insostenible en el país
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Iniciado por Prensa Libre
Trabajo infantil de sol a sol
Por Haroldo Shetemul
El trabajo infantil en el área rural es una realidad lacerante que existe en Guatemala, al igual que las promesas de varios gobernantes de buscar su erradicación, pero sin resultados tangibles. Debido a los bajos salarios, los niños ayudan al sostenimiento del hogar, cuando lo que les debería corresponder es jugar y asistir regularmente a la escuela. Ahora sale a flote el problema por la emisión de un documental británico, en el que se informa que tras el delicioso aroma y sabor del café guatemalteco está la presencia de menores de 12 años que participan en las largas jornadas de cosecha de más de ocho horas diarias, con pagos miserables. Ese hecho se multiplica en otras áreas productivas, tanto en el campo como en la capital, en las que los niños son el eslabón más débil de la explotación laboral.
Este llamado de atención internacional ha causado molestia en el presidente Alejandro Giammattei y el sector empresarial, que lo ven como una supuesta campaña de desprestigio que afectaría la sacrosanta producción del café nacional. ¿Para ellos sería mejor mantener oculta la existencia de niños que trabajan en la cosecha de ese grano y en otras áreas agrícolas? Sin embargo, cuando se trata de favorecer a los productores no hay límites. Por ejemplo, en abril del año pasado, el Congreso aprobó, con presión de los cafetaleros, la Ley para la reactivación económica del café, en la que el fideicomiso por Q805 millones tendrá vigencia hasta el 2051, se reestructuró la deuda adquirida por los cafetaleros, se adecuaron las tasas de interés y se definió la devolución del cien por ciento del crédito fiscal, todo favorable a los grandes productores. Eso es positivo para apoyar a uno de los sectores vitales para la economía nacional, el problema es que ese derrame de beneficios no llega a los pequeños productores, mucho menos a los trabajadores.
El viernes pasado, el Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas (Acnudh) presentó su informe sobre la situación en Guatemala, en el que señala que en el país hay un millón de jornaleros o peones, en su mayoría indígenas, cuyo ingreso mensual promedio es de 1,155 quetzales mensuales, equivalente a apenas el 38.6% del salario mínimo. Esos salarios miserables son los que llevan al trabajo infantil. El Alto Comisionado documentó casos relacionados con trata de personas, trabajo infantil y trabajo forzoso en plantaciones de palma aceitera en los departamentos del norte, plantaciones de café en San Marcos y plantaciones de caña de azúcar en Retalhuleu. El Acnudh indicó que varias empresas agrícolas recurren a reclutadores para evitar la relación empleador-empleado y el pago del salario mínimo, prestaciones laborales y compensación. Estos hechos confirman cómo en este país el Estado, las leyes y las autoridades están en función de favorecer a los grandes empresarios, aunque se tenga que pasar sobre la población más vulnerable.
Veamos otro ejemplo: El presidente Giammattei, en lugar de designar una comisión independiente para investigar la situación del trabajo infantil en las plantaciones de café, nombró a Ricardo Arenas Menes, expresidente de Anacafé, como comisionado presidencial para comprobar si existen abusos de trabajo infantil en las plantaciones de café, y a José Santiago Molina, expresidente de la Cámara del Agro, como comisionado internacional. ¿Será que se podrá confiar en que sus investigaciones resolverán este agudo problema que afecta a la infancia y no solo favorecerán los intereses de los cafetaleros? Ojalá no vaya a ser algo así como taparle el ojo al macho. Todo esto sucede en un año clave: Guatemala se comprometió a nivel internacional a erradicar en el 2020 el trabajo infantil en todas sus formas. Claro, el futuro del país no pasa por los niños que padecen desnutrición y trabajan de sol a sol en las plantaciones.
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Iniciado por La Hora
Giammattei tan calamitoso como Estrada Cabrera
Por Jorge Santos
1902 sería uno de los peores años para las y los guatemaltecos, una serie de fenómenos naturales producirían desastres naturales, muerte y destrucción en varios departamentos del país. Un terremoto y un maremoto golpearían a la población profundamente; meses después el Volcán Santa María abriría otro cráter, hoy conocido como el Volcán Santiaguito, que se convirtió en una de las peores explosiones volcánicas del siglo XX. Durante más de 20 horas entre el 24 y 25 de octubre la explosión volcánica provocaría afectaciones a poblaciones de Quetzaltenango y San Marcos. Este fenómeno natural se profundizó aún más cuando el dictador Estrada Cabrera impulso acciones para negar dicha explosión y con ello cortó la ayuda humanitaria que era necesaria para responder ante miles de personas afectadas.
Para desgracia de nuestros ancestros a Estrada Cabrera le importó más la Feria de Minerva, con la cual quería atraer inversión al país, que la atención a la emergencia. Por un lado, una hoja oficial del gobierno informó que la explosión se había dado en México y no en Guatemala y a su vez ordeno al órgano de divulgación de la época que no se publicará ninguna nota sobre lo ocurrido en el occidente del país. No fue sino hasta la primera semana de noviembre de 1902 que la prensa publicó de una lluvia tenue de ceniza y que está había caído a leguas del lugar de los hechos. La mediocre ayuda del gobierno llegó hasta dos meses y medio después del hecho.
Y es que recientemente el actual presidente de la República, Alejandro Giammattei, ha repetido la desfachatez y cinismo de Estrada Cabrera. Un medio inglés publicó recientemente el documental titulado Starbucks & Nespresso: la verdad acerca de tú café, en donde se registra que en fincas guatemaltecas trabajan niños y niñas para la producción de café. La respuesta del Presidente ante este hallazgo fue que “ no nos quedamos dormidos ante la amenaza de lo que representa un desprestigio internacional que nos preocupa” y nombró una Comisión Presidencial entre los que figuran terratenientes y productores de café, para que se frene este “desprestigio” para Guatemala.
Al presidente Giammattei no le importa, ni le interesa la población infantil del país y las condiciones en las que vive. No le importa, si la niñez guatemalteca cuenta con los derechos a la educación, salud, alimentación, vivienda, a una familia, a la recreación o si en las fincas cafetaleras del país o en la producción de azúcar o en cualquier otra actividad económica, trabajan niños y niñas. Al Presidente lo único que le importa es el desprestigio que se produce ante un hecho innegable. Misma actuación ha sostenido frente al coronavirus. En vez de atender con acciones de política pública esta enfermedad, considera que de plumazo votará su impacto en la población, decretando calamidad pública, que más que ayudar o contener el COVID-19 fortalecerá el beneficio económico a un grupo de empresarios, en detrimento de los derechos humanos de la población.
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Última edición por chronos; 06-Mar-2020 a las 18:45
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