Un nuevo modelo de compras y adquisiciones
Oscar Clemente Marroquín
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Ayer el Congreso aprobó reformas a la Ley de Compras y Contrataciones del Estado que pueden considerarse positivas si tomamos en cuenta la estructura existente porque pretende establecer límites a la voracidad de tanta gente que se ha armado hasta los dientes con los recursos públicos gracias a las facilidades que ofrece un sistema absolutamente poroso, diseñado para facilitar la corruptela.
Y digo que en medio de lo que hay
son positivas porque realmente pretenden atajar algunas de las prácticas más conocidas de los sinvergüenzas que usan todos los negocios públicos para quedarse con comisiones a cambio de bienes sobrevalorados o de obra mal hecha que es una real estafa a la ciudadanía. Y, sobre todo, porque
es lo más que podía esperarse de este Congreso y sus integrantes que son parte del problema, y por lo tanto no pueden ser parte de la solución.
Por ello será preciso que haya
una vigilancia ciudadana extrema y no atenernos a que la nueva legislación nos resuelva el problema porque seguirán dándose las comisiones calificadoras amañadas, y no hay que olvidar el viejo aforismo de que “hecha la ley, hecha la trampa” porque los largos tienen una habilidad especial para encontrar en los vericuetos de la ley la forma de burlarse de ella y de usar a su favor y beneficio cualquier resquicio.
Creo que es importante que los llamados tanques de pensamiento hagan un estudio comparado de los mecanismos que se usan en otros países para las compras y contrataciones del Estado a fin de ir armando un proyecto que permita el cambio total del modelo que usamos en Guatemala, y que está hecho para facilitar la corrupción. Lo pienso, sobre todo, porque tengo la esperanza de que llegue el día en que se puedan operar cambios profundos en el país gracias a la actitud ciudadana de exigencia que ponga fin a esas estructuras de impunidad y corrupción que son tan evidentes y que están tan enraizadas. No sea que cuando llegue el momento de emprender los cambios no tengamos ni idea de cómo hacerlos y cuáles hacer, por lo que entendiendo que de momento es un logro haber reformado y parchado el sistema imperante, debemos prepararnos para estar listos a la hora buena.
No quiero ser pesimista ni descalificar lo hecho por unos diputados que, sin duda, dieron lo mejor de sí, pero
es importante entender cómo operan las mafias y cuánto se preparan para salir indemnes de este tipo de reformas. El problema es más grande de lo que parece y por ello es que pienso que tenemos que ir pensando en el cambio profundo y absoluto del modelo existente.
El Contrato abierto sigue estando allí, como arca abierta, y será utilizado con furor por los proveedores y por los compradores porque no hay interés real en cambiar las cosas.
Mientras no se entienda que la maña es la norma general y que todos se ponen al servicio del trinquete, no nos hagamos muchas ilusiones y por ello urge que nos mantengamos vigilantes como ciudadanos para demandar transparencia y denunciar todo lo que huela mal, aunque resulte que el Presidente o cualquiera nos salgan con la cantaleta de que quieren pruebas.