¿Ingresó Guatemala a la OCDE?
“La pobreza es ser rico y aún así sentirse desamparado”. (Andrés Zepeda)
— Edgar Balsells
La primera publicación oficial del informe de gobierno 2018, aparecida el lunes en el Diario de Centro América dice lo siguiente: “ingreso a la OCDE”, y posteriormente el diario comenta lo siguiente: “
la incorporación permitirá conectar con países más avanzados en materia social, cultural, económica y científica lo cual ofrece la oportunidad de acceder a mejores prácticas en materia de políticas públicas para un mayor bienestar social e inclusivo”.
Muy bien, comentará cualquier cristiano, eso de entrar a las grandes ligas de las naciones civilizadas pues es una tarea de apoyar, principalmente cuando se trata de emular a las naciones que han tenido éxito, siendo que la OCDE, que en sus siglas en español significa Organización para la Cooperación y Desarrollo, y tiene sus cuarteles generales nada más y nada menos que en París, Francia,
tiene actualmente 36 miembros titulares, siendo los privilegiados de América Latina únicamente Chile y México, sin duda las economías más pujantes por este lado del Atlántico, al punto que la mexicana Gabriela Ramos es la directora general de la OCDE desde abril de 2017, y parte de sus tareas es el apoyo a la conducción de las negociaciones del denominado G-20 que agrupa a la elite del comercio y la industria mundial.
Cuando uno lee tal noticia se extraña entonces de las actitudes de los decisores políticos y públicos más prominentes del país, léase quienes mandan en el Congreso y en el gobierno, porque por ejemplo, ser protagonistas de un sendo reportaje negativo en la revista The Economist, que cuestiona el Estado de Derecho en Guatemala y que anticipa incluso posibles problemas de la democracia electoral, sí que es de preocuparse cuando se forma parte integrante de la organización que surgió como complemento económico de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) que agrupa a las naciones más poderosas en armamento, para luchar en contra de la amenaza soviética del pasado y cualquier intento que ose derrotar los principios de la economía de mercado.
En tal sentido, como uno parece concluir que a nuestras autoridades políticas actuales les importa un comino el ser parte de un grupo tan selecto, en donde debe respetarse inicialmente la democracia y el Estado de Derecho, entonces uno sí que se pregunta “¿qué jocotes hace Guatemala en la OECD”, junto a Chile y México?.
Entonces uno escudriña un poco más en la noticia y detecta que
no es precisamente en las grandes ligas a donde ingresó Guatemala, sino más bien a una instancia parecida a lo que ha sido la UNCTAD, de las Naciones Unidas, en donde se agrupan las naciones primordialmente africanas y asiáticas, para lograr un cierto diálogo, intercambio de información, y para que el funcionariado de tales realidades se dé, de vez en cuando, un barniz de las prácticas del desarrollo, léase, el respeto a la libertad sindical, la apertura de la información empresarial, la conformación de sistemas de información para el pago más franco de impuestos y cosas por el estilo. A esta instancia,
los megarricos de la OCDE, la bautizaron con el nombre de “Centro de Desarrollo”, y además, vale indicar que la OCDE ha venido ampliando incluso el diálogo con la sociedad civil y con las organizaciones no gubernamentales de todo nivel, incluyendo las aristas filantrópicas hacia el mundo en desarrollo, en áreas como el combate al SIDA y el ébola, la irrigación, la mitigación del cambio climático y la ayuda alimentaria, en donde hasta Bill Gates ha venido incursionando, pero aquí todo eso se confunde con el fantasma de George Soros, un millonario dizque “socialista”, que se cree opera aquí en los más variados rincones de la “Guatemala profunda”.
En tal sentido,
si al menos queremos ser espectadores de la OCDE por su patio trasero, en convivencia con los más pobres y necesitados del planeta, debiéramos por lo menos comportarnos con ciertos aires de democracia, de asistencialismo y deseo más franco de convivencia con los que practican ciertos aires de racionalismo democrático, con partidos fuertes y sin trampas leguleyas ni asomos vulgares de fuerza bruta.