chronos
22-Sep-2015, 17:57
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Nueva ciudadanía y vieja política (http://elperiodico.com.gt/2015/09/22/opinion/nueva-ciudadania-y-vieja-politica/)
En Guatemala hay mucho más ciudadanía hoy que antes de ese 25 de abril recién pasado.
Manfredo Marroquín
Ninguna persona nace ciudadana, llegar a serlo es una construcción social que está condicionada por el entorno cultural, social, económico y político de la sociedad donde se vive. De hecho en Guatemala, muchas personas mueren sin haber experimentado la condición de ciudadanos otorgada por el disfrute real de los derechos y obligaciones consagradas en nuestra Constitución Política.
Si hay una tarea que es esencial y estratégica para que el país se libere de sus ataduras al subdesarrollo esa es la construcción de ciudadanos. La manera lógica y ordenada de formar ciudadanía, es cuando el poder del Estado y sus instituciones son ejercidos responsablemente asegurando que los preceptos establecidos en la Constitución se cumplan hasta que una mayoría o mejor aún, todos sus habitantes alcancen a gozar de los derechos económicos, sociales, culturales y políticos. Estos a su vez, responden apropiándose de obligaciones como pagar impuestos, denunciar los abusos de poder, ir a votar, participar en partidos políticos, etcétera.
Otra forma de hacer ciudadanía es mediante gestas, movimientos sociales y demostraciones masivas que surgen cuando el poder constituido traiciona el mandato popular y es ejercido para fines delictivos o desviados como el enriquecimiento ilícito, favorecer estructuras criminales y/o asegurar impunidad de dichos actos de poder. En una sola gesta de este tipo se puede llegar a graduar a miles y millones de ciudadanos que al constituirse como soberano, experimentan en carne propia la diferencia de ser un simple habitante a un ciudadano.
En Guatemala hay mucho más ciudadanía hoy que antes de ese 25 de abril recién pasado, cuando por primera vez en muchas décadas, hubo una reacción ciudadana que se mantuvo por varios meses, hasta conseguir que los representantes políticos de un gobierno mafioso, fueran forzados a renunciar y a comparecer ante la ley por sus actos ilícitos. Podemos afirmar que antes de esa fecha, la mayoría eran más bien súbditos del régimen político criminal que ha gobernado el país desde hace dos décadas.
Las elecciones del 6 de septiembre dejaron sentado que esa expresión de nueva ciudadanía colisionó de frente con las organizaciones políticas más representativas de ese sistema político criminal. De esa cuenta, lo que antes era indiferencia mutua, ha pasado a ser una relación tensa y de reclamo de parte de los gobernados hacia quienes pretenden gobernar bajo las mismas reglas imperantes antes de abril.
Aunque sigan legalmente vigentes, la mayoría de partidos existentes son herederos y practicantes de esa que repentinamente pasó a ser vieja política, la del clientelismo, el acarreo, el transfuguismo, nepotismo y un largo etcétera. Hoy los ciudadanos han expresado que exigen un nuevo estandard de partidos y dirigentes políticos.
El tiempo que tome construir nuevas organizaciones políticas denominadas así por sus prácticas diferenciadoras más apegadas a los valores y principios democráticos y alejadas de intereses pecuniarios espurios, y no solo por la fecha en su acta de nacimiento, provocando la jubilación forzada de la clase política aun dominante, estará marcado por un zig zageo permanente que para unos será leído como signo de inestabilidad y desorden, pero en realidad es el anuncio de una etapa de transición inacabada a nuevos y mejores derroteros para el país.
Nueva ciudadanía y vieja política (http://elperiodico.com.gt/2015/09/22/opinion/nueva-ciudadania-y-vieja-politica/)
En Guatemala hay mucho más ciudadanía hoy que antes de ese 25 de abril recién pasado.
Manfredo Marroquín
Ninguna persona nace ciudadana, llegar a serlo es una construcción social que está condicionada por el entorno cultural, social, económico y político de la sociedad donde se vive. De hecho en Guatemala, muchas personas mueren sin haber experimentado la condición de ciudadanos otorgada por el disfrute real de los derechos y obligaciones consagradas en nuestra Constitución Política.
Si hay una tarea que es esencial y estratégica para que el país se libere de sus ataduras al subdesarrollo esa es la construcción de ciudadanos. La manera lógica y ordenada de formar ciudadanía, es cuando el poder del Estado y sus instituciones son ejercidos responsablemente asegurando que los preceptos establecidos en la Constitución se cumplan hasta que una mayoría o mejor aún, todos sus habitantes alcancen a gozar de los derechos económicos, sociales, culturales y políticos. Estos a su vez, responden apropiándose de obligaciones como pagar impuestos, denunciar los abusos de poder, ir a votar, participar en partidos políticos, etcétera.
Otra forma de hacer ciudadanía es mediante gestas, movimientos sociales y demostraciones masivas que surgen cuando el poder constituido traiciona el mandato popular y es ejercido para fines delictivos o desviados como el enriquecimiento ilícito, favorecer estructuras criminales y/o asegurar impunidad de dichos actos de poder. En una sola gesta de este tipo se puede llegar a graduar a miles y millones de ciudadanos que al constituirse como soberano, experimentan en carne propia la diferencia de ser un simple habitante a un ciudadano.
En Guatemala hay mucho más ciudadanía hoy que antes de ese 25 de abril recién pasado, cuando por primera vez en muchas décadas, hubo una reacción ciudadana que se mantuvo por varios meses, hasta conseguir que los representantes políticos de un gobierno mafioso, fueran forzados a renunciar y a comparecer ante la ley por sus actos ilícitos. Podemos afirmar que antes de esa fecha, la mayoría eran más bien súbditos del régimen político criminal que ha gobernado el país desde hace dos décadas.
Las elecciones del 6 de septiembre dejaron sentado que esa expresión de nueva ciudadanía colisionó de frente con las organizaciones políticas más representativas de ese sistema político criminal. De esa cuenta, lo que antes era indiferencia mutua, ha pasado a ser una relación tensa y de reclamo de parte de los gobernados hacia quienes pretenden gobernar bajo las mismas reglas imperantes antes de abril.
Aunque sigan legalmente vigentes, la mayoría de partidos existentes son herederos y practicantes de esa que repentinamente pasó a ser vieja política, la del clientelismo, el acarreo, el transfuguismo, nepotismo y un largo etcétera. Hoy los ciudadanos han expresado que exigen un nuevo estandard de partidos y dirigentes políticos.
El tiempo que tome construir nuevas organizaciones políticas denominadas así por sus prácticas diferenciadoras más apegadas a los valores y principios democráticos y alejadas de intereses pecuniarios espurios, y no solo por la fecha en su acta de nacimiento, provocando la jubilación forzada de la clase política aun dominante, estará marcado por un zig zageo permanente que para unos será leído como signo de inestabilidad y desorden, pero en realidad es el anuncio de una etapa de transición inacabada a nuevos y mejores derroteros para el país.